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sábado, 23 de noviembre de 2013

El Extraño Gusto de Ser Feliz



La Navidad es especial, pertenece a una zona de felicidad colectiva, que me incluye a mí y a los demás. Razón de lograr de esta fecha hábitos y reminiscencias incrustadas en el corazón. Y reverenciar, fiel a sus designios, las señales que me traen un genuino gusto de miel. ¿Qué más puedo pedir?

La noche navideña me emociona. Me impone un orden de grandeza, protector de rituales que encierran un punzante mensaje. Agasajada por sus símbolos, me invade un sentimiento nacido de una madurez que se confunde con la alegría.

Hoy, aunque seamos menos en torno a la mesa adornada, el misterio que advierte de esta noche anuncia que, además de ocuparme de los vivos, recuerdo a los que se fueron. Hablo de las veces en que, reunidos en la casa de los abuelos, celebrábamos la visa, reíamos, éramos amorosos. Llevo las viandas a la mesa. El pavo asado, galardonado con frutas, y el huevo hilado. Y, junto a los que me enseñan a amar, celebraré el extraño gusto de ser feliz.

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