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domingo, 27 de octubre de 2013

Un Peldaño Más



En todo proyecto o anhelo, tal y como decía Francisco de Asís, lo inteligente sería comenzar con lo necesario; avanzar en la conquista de lo posible; seguir sembrando posibilidades y creando circunstancias hacia lo anhelado: y perseverando, quizás conquistemos lo que era imposible cuando comenzamos a andar. 

Porque el futuro es presente y el mañana es lo que sembramos hoy, vale la pena no olvidar que los peldaños de lo que está por venir se asentarán sobre la firmeza que construyamos en los escalones de hoy. Y casa escalón andado es una obra en sí misma que merece la pena andar bien. 

Perseverancia, paciencia, visión, entusiasmo y esperanza son los valores que son el aliento, la fuerza y el sentido que nos permiten dar un paso más. Finalmente, cuando conquistemos la cima, el fin de la escalera, seguramente nos daremos cuenta de que otra nueva nos aguarda, y que lo importante no es tanto realizar nuestros anhelos (llegar al final de la escalera, cumplir el objetivo deseado), sino lo que nuestro anhelo ha hecho para que lleguemos allí más ligeros de equipaje, lúcidos y entrenados para enfrentar nuevos retos y brindar las fuerzas y experiencia adquirida a otros como una mano amiga que les ayude a seguir subiendo su escalera.

sábado, 26 de octubre de 2013

Síndrome de los “Veintitantos”

Le llaman la “crisis del primer cuarto de vida”.

Te empiezas a dar cuenta que tu círculo de amigos es más pequeño que hace unos años atrás.
Te das cuenta de que cada vez es más difícil ver a tus amigos y coordinar horarios por diferentes cuestiones: trabajo, estudios, etc…
Y cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve como excusa para conversar un rato.
Las multitudes ya no son “tan divertidas”… incluso a veces te incomodan.
Y extrañas la comodidad del colegio, de los grupos, de sociabilizar con la misma
gente de forma constante.

Pero te empiezas a dar cuenta que mientras algunos son verdaderos amigos otros no eran tan especiales después de todo. Entendiste que la amistad después de todo no se basa en el tiempo, sino en la calidad de la personas que tienes a tu lado.

Te empiezas a dar cuenta de que algunas personas son egoístas y que, a lo mejor, esos amigos que creías cercanos o que los conservas desde hace mucho tiempo, no son exactamente las mejores personas que has conocido y que hay más gente que te rodea, a quienes le debes poner mayor atención y verás quienes resultan ser amigos de los más importantes para ti.

Ríes con más ganas, pero lloras con menos lágrimas, y con más dolor.
Entendiste que el tiempo no sana las heridas, sino que alarga las agonías.
Aprendiste que las peleas son distintas a las discusiones y que las discusiones surgen en base al cariño y engrandecen las relaciones.
Entendiste que los tiempos no existen y que las desiciones hay que tomarlas alguna vez en la vida.
Aprendiste que alguien más que tú puede tener la razón, y que con los sentimientos ajenos no se juega.
Aprendiste que las parejas van y vienen, y que hay gente que queda y que siempre estará.
Aprendiste a escuchar y a valorar los pequeños detalles del resto, que marcan la diferencia entre las multitudes.
Aprendiste que la calidez de palabras, los oídos atentos, las palabras sinceras y una incondicional lealtad, no te la da nadie más que un verdadero amigo.
Aprendiste que la confianza es algo que se siembra, se riega, se cultiva y se cosecha, que hay que ganársela y saber mantenerla.
Que es para una persona especial, que no es para todos, y que lamentablemente no se regala y cuando se pierde es imposible recuperarla.
Te rompen el corazón y te preguntas cómo esa persona que significaba tanto te pudo hacer tanto mal.
O quizás te acuestes por las noches y te preguntes por qué no puedes conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerla mejor.

Los ligues y las citas de una noche te empiezan a parecer baratos, y emborracharte y actuar como un idiota empieza a parecerte verdaderamente estúpido.
Salir tres veces por fin de semana resulta agotador y significa mucho dinero para tu pequeña cartera.
Tratas día a día de empezar a entenderte a ti mismo, sobre lo que quieres y lo que no.
Tus opiniones se vuelven más fuertes.
Ves lo que los demás están haciendo y te encuentras a ti mismo juzgando un poco más de lo usual porque de repente tienes ciertos lazos en tu vida y adicionas cosas a tu lista de lo que es aceptable y de lo que no lo es.
A veces te sientes genial e invencible, y otras… con miedo, solo y confundido.
De repente tratas de aferrarte al pasado, pero te das cuenta de que el pasado cada vez se aleja más y que no hay otra opción que seguir avanzando y de saber conservar bien el presente porque será tu única compañía en el
futuro.

Lo que puede que no te des cuenta es que todos los que estamos leyendo esto nos identificamos con ello.
Todos nosotros tenemos “veintitantos” y nos gustaría volver a los 15 -16 algunas veces, pero sabemos que hay gente que ha aparecido en nuestro camino durante estos últimos años que son únicos.
Parece ser un lugar inestable, un camino en tránsito, un desbarajuste en la cabeza… pero TODOS dicen que es la mejor época de nuestras vidas y no tenemos que desaprovecharla por culpa de nuestros miedos…
Dicen que estos tiempos son los cimientos de nuestro futuro, que las amistades universitarias son las verdaderas y que estamos entrando a la realidad de nuestras vidas.
Parece que fue ayer que teníamos 16… ¿¡Entonces mañana tendremos 30!? ¿¿¿¡¡¡Así de rápido!!!???
Hagamos valer nuestro tiempo…que no se nos pase!

“La vida no se mide por las veces que respiras, sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento”…

sábado, 19 de octubre de 2013

Los Veintitantos

Cuando tienes veintitantos, circunstancias de la vida que te han rodeado hasta ahora cogen otro punto de vista. Se conoce como la “crisis del primer cuarto de vida”.
Un día te miras al espejo y aunque no lo hayas notado, sabes que ya no eres la misma de hace un par de años. Esa inseguridad de la adolescencia ha desaparecido y ya tienes tu personalidad, tus opiniones, tu estilo y tus gustos forjados. Ríes con más ganas y te das cuenta de que el ochenta por ciento de los problemas no son tan graves. El círculo de amigos se ha reducido en número pero aumentado en calidad, aprendemos a valorar los “planes de día”, y el gusanillo de conocer mundo está a flor de piel, así que siempre es buena idea una escapada a algún rincón nuevo.

Salir de fiesta tres días cada fin de semana es vivir al límite. Con la resaca de una noche ya tenemos para una semana, los ligues de discoteca te empiezan a parecer vacíos, y pillarse la borrachera del siglo ha pasado de ser divertido a penoso. En su lugar, nos das un bar, buena compañía, unas cañas y un poco de música de fondo… y no nos mueve nadie. 
Antes con cualquier cosa nos conformábamos, ahora enseguida distinguimos lo bueno de lo mediocre, en lo material y en las personas, y entiendes que el secreto de todo está en los detalles. Tenemos hambre de futuro y ansia por llegar a ser alguien. Con los estudios, el trabajo o lo caseros que nos volvemos a veces, va siendo más difícil coordinar horarios y ver a tu gente, y cada vez disfrutas más de un café como excusa para poneros al día.
Queremos crecer, sí pero no. A veces te comportas como si tuvieras 18 años, y otras piensas que cada día te pareces más a tu madre. Estamos más abiertos a otros puntos de vista, a gente nueva y a amores diferentes. El día menos pensado encuentras a tu chico y te preguntas cómo has podido vivir sin él todo este tiempo, o quizás te acuestes por las noches y te preguntes por qué no puedes conocer a una persona lo suficientemente interesante como para querer conocerle mejor. Los años van pasando demasiado rápido, y de fondo solo escuchas: “¡Los veintitantos será la mejor época de tu vida!”, y un canguelo te empieza a invadir haciendo que te preguntes: ¿Realmente estoy aprovechando “la mejor época de mi vida”?

La respuesta me la dio uno de esos taxistas sabios que durante el trayecto, preguntes lo que preguntes, acaba filosofando sobre la existencia humana. Vino a decirme algo así como que la mejor edad, la mejor etapa de la vida, es la que tenemos en este momento. Cada una tiene sus aspectos positivos y deben ser valoradas de forma diferente. Solo hay que saber disfrutar cada cosa a su tiempo y pensar que mientras dura, sea la crisis que sea, estaremos viviendo los mejores años de nuestra vida.


miércoles, 9 de octubre de 2013

Una de Terror

Francisco salió a la calle y consultó su reloj. Era más de media noche. El aire era frío, helaba, y en aquella parte de la ciudad no andaba casi nadie.
Pensó que si caminaba rápido no iba a sentir el frío. Se metió las manos en los bolsillos del abrigo y partió.  Avanzó unos calles y llegó a una avenida con árboles en las veredas. 

Escuchó a un vehículo que avanzaba en el mismo sentido que él. Al pasar a su lado gritaron desde el vehículo; Francisco se sobresaltó por la sorpresa y lo fuerte del grito, y al girar vió que eran dos payasos. Tenían la cara completamente pintada y unas narices rojas, enormes.
Al ver la reacción de Francisco los payasos se echaron a reír grotescamente, aceleraron y doblaron imprudentemente dos calles más adelante.
“¡Payasos idiotas!”, pensó Francisco. Creyó que debían andar de parranda, y que seguramente pertenecían al circo que estaba en la cuidad desde hacía unos días.

Más adelante, reconoció el ruido del vehículo. Los payasos habían girado hasta volver a la avenida.
Pero esta vez no lo iban a sorprender. Antes de que cruzaran por él, giró hacia ellos y les hizo un gesto con la mano, pero inmediatamente se arrepintió, porque los payasos lo miraron con una fiereza endiablada.
Por un momento creyó que iban a detenerse, pero siguieron, aunque el que iba de pasajero evidentemente no estuvo de acuerdo, y Francisco vió que se alejaron forcejeando.
Por culpa del forcejeo el vehículo aceleró, se desvió hacia un costado subiendo a la vereda y se estrelló ruidosamente contra un árbol.
Francisco pensó que aquellos dos se merecían lo que les pasó, pero como era un tipo correcto, sacó su móvil y llamó a emergencias. Luego corrió hacia el auto accidentado.

Uno de los payasos había salido despedido por el parabrisas y se hallaba tirado bocabajo; el otro estaba entre las chapas retorcidas del auto. Al que estaba tirado se le había desprendido en parte la piel de la cara, y cuando se levantó rápidamente todo el rostro de payaso se le cayó al suelo, era una máscara, su verdadera cara era monstruosa, no era humana. A Francisco le recorrió un escalofrío de terror por la espalda.   
Ahora el otro payaso aterrador intentaba salir de los restos retorcidos, y el que estaba en la vereda caminaba hacia Francisco, que ya no era capaz de huir.

- Has visto demasiado. Este es tu fin -dijo el monstruo que perdiera su disfraz.
- ¡Atrápalo! -gritó el otro-, que te has dejado ver. ¡Atrápalo!

En ese momento se escuchó una sirena, venía por una calle transversal. El monstruo se detuvo y miró al otro. Ya no tenían tiempo. Levantó su máscara, se la puso como pudo y se acostó bocabajo en el lugar donde había caído; el otro se echó hacia atrás y quedó quieto.
Francisco, temblando de miedo, vió como un médico los revisaba, para después declararlos muertos.  La policía no lo retuvo mucho tiempo; solo era un peatón que fue testigo de un accidente.
Llegó a su casa aterrado y confundido. ¿Qué eran aquellos payasos? ¿Qué descubrirían al hacerles la autopsia?, pero… si no estaban muertos.
Al otro día escuchó la noticia: los cuerpos de los payasos habían desaparecido.