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lunes, 3 de junio de 2013

La Respuesta



Os contaré una curiosa historia:

Un señor vendía bocadillos en un pequeño establecimiento al lado de la carretera. Siempre estaba lleno de clientes. No porque fueran bocadillos baratos, sino porque eran espectaculares. El propietario era amabilísimo, siempre parecía contento e ilusionado. El negocio funcionaba muy bien. 

Un buen día recibió una carta de su hijo, que estaba haciendo un MBA en una universidad muy prestigiosa: “Padre, ¿Qué tal va con la crisis?”.

El padre contestó: “Hijo, ¿Qué crisis? Si aquí va todo estupendamente”.

La respuesta de su hijo lo desconcertó: “Pero ¿no te has enterado? Hay una crisis tremenda. Tienes que tomar urgentemente medidas”.

Ante esta carta, el negociante empezó a preocuparse y a hacer cábalas: “Quizás estoy comprando jamón y queso demasiado buenos”.

Así que empezó a comprar un producto más económico, jamón un poco peor, queso un poco peor… Empezó también a comprar en menor cantidad. También cambio de actitud, estaba más tenso… Y, poco a poco, cada vez iba menos gente a su negocio.

Con la caída de clientes, reflexionó: “Lo que me dijo mi hijo es verdad”. De modo que redujo aún más sus gastos y aumentó su ansiedad. Los clientes se dieron cuenta.  Ya no querían comprar allí sus bocadillos porque, además, aunque a veces paraban, los bocadillos ya se habían acabado. Y así aquel buen hombre tuvo finalmente que cerrar.

Inmediatamente escribió a su hijo: “¡Que ciego era! Todo lo que augurabas era cierto. No me había dado cuenta de la crisis que había”.

Tengo varios amigos que tienen empresas. No os podéis imaginar cómo les va de bien en una época tan difícil como la actual. Todos ellos tienen una mentalidad positiva. Donde otros se están quejando, ellos están haciendo. Donde unos dicen “no se puede”, ellos están viendo que sí se puede.  Donde unos aseguran “es muy difícil ir allí, imposible”, ellos están yendo.

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