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martes, 21 de enero de 2014

Lo Que Fácil Empieza, Rápido Acaba



Me dijeron una vez que “lo que fácil empieza, rápido acaba” y no le faltaba razón.

Nos gusta poseer las cosas demasiado rápido, sin sentir el deseo de llegar a tenerlas, saborear ese deseo que nos hace disfrutar más de las cosas. Parece que vivimos en una época en la que tenemos todo lo que queremos, y a quien queremos, una época en la que se acabó el ahorrar para cosas que nos gustan de verdad, en las que ligar es tan fácil como salir un día a una discoteca, decir dos gilipolleces y “conquistar” a una chica. Comprar objetos para desear uno nuevo y mejor al día siguiente; ligues de una noche, o un mes como mucho, amores por llamarlo de alguna forma iniciados sin conocerse de nada. Hemos creado una sociedad donde vivimos rápido, donde los niños quieren tener 18 años para beber, fumar y conducir; donde los jóvenes quieren huir de casa.

Vive rápido, eso no es malo, pero desea, desea un trabajo, uno con el que te sientas realizado; desea un capricho, algo que te haga sentir especial; desea un viaje, una escapada a un lugar mágico para ti; desea tanto a una persona que cuando la tengas no quieras dejarla escapar jamás. Siente cada segundo, cada instante junto a ella, siente tanto hasta que duela. Siente el deseo, el dolor al ver que se escapa, la emoción de sentir que la tienes tan cerca que casi puedes tocarla, desea tanto que incluso te de insomnio por las noches, que al despertar solo quieras saber de ella. Desea y siente, te darás cuenta que las historias difíciles son las que valen la pena, las que dejan marca, las que incluso son para siempre.

Porque no es lo mismo el baile sin la música, la caída sin el grito y el amor sin el deseo.

Los comienzos difíciles son los que valen la pena.

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