A algunos se les
escapa demasiado rápido un “esa es mi amiga”. Para mí, son los que no saben
filtrar y tratar, significa que no valoran lo que es una amistad verdadera y lo
que supone. Yo considero que conocidos tengo muchos, a puñados, unos más
tratables, otros más especiales, pero lo que son realmente amigas, por las que
haría cualquier cosa, las cuento con los dedos de una mano. Las cosas claras. Y
si ya son transparentes, mejor. No es algo que trate a la ligera.
Y eso es porque
las amigas verdaderas son tan difíciles de encontrar como dos gotas de agua
idénticas. Es que no se encuentran todos los días. Ni todos los años.
La buena amistad son años de confianza, momentos demasiado memorables y
empujones acertados. Es conocerse hasta el punto de saber sus flaquezas y poder
predecir sus movimientos. Es hacer terapia durante una ruptura sin importar las
horas día tras día, y si es en una azotea con brisa veraniega mejor. Es luchar
juntas contra viento y marea y lo que toque. Es saber que realmente va a estar
ahí a pesar de las consecuencias porque te lo ha demostrado no una ni cien
veces, sino infinitas. Y sobre todo, es saber que va a haber
alguien que te diga “basta” cuando nadie más se atreve.
Para mí, una
amiga te da la enhorabuena cuando has actuado bien y te pone los puntos sobre
las íes cuando lo has hecho mal. Una amiga no te dirá la verdad así como así,
en bruto y sin pulir, sino que sabrá pasarla a través de tus filtros más
personales porque es la única forma en la que sabe que te calará bien.
Porque te conoce casi mejor que tu madre. Una amiga no se limitará a desearte
que las cosas “te vayan bonito” sino que participará activamente en tu vida,
intentando mejorarla como Dios la haya dado a entender. A su manera, que es la
que más aprecias. Ambas sabéis cómo son las personas con las que queréis acabar
y, sí, veranearéis todos juntos. Es indiscutible.
Con una amiga,
siempre tienes unos planes fijos que no harías con absolutamente nadie más. Te
da igual. Es un tema inamovible y no negociable. Punto y final. Sería una
profanación absoluta incluir a otra persona en ellos. Son momentos vuestros que
necesitáis para seguir adelante. Una amiga es aquella con la que vas a un
concierto, perdéis a todos para meteros en el mogollón y cantáis como un par de
locas. Hasta puede que os emocionéis. Una amiga es la que te convence
para ir a un festival de música, después de perjurar que jamás pisarías
semejante lugar, y que cuando acabe darte cuenta de que te lo has pasado como
nunca.
Una amiga es con
la que eres capaz de hacer noche tras noche un mano a mano y no cansarte jamás.
Y que cuando os despidáis se preocupa por que hayas llegado de un pedazo a casa
porque el taxista tenía pinta rara y olía mal. Pero además de salir de fiesta,
una amiga es aquella con la que puedes ir a conocer lugares nuevos. O con la
que ir al bar de siempre, al que habéis bautizado con vuestro propio nombre,
hasta tal punto que los demás os pregunten si estáis abonadas ahí. Sabes que a
ella la puedes invitar a cualquier plan bajo cualquier circunstancia porque siempre
será una más.
Una amiga es la
persona con la que te quieres ir a vivir. Está ya pensado todo: la zona, cómo
va ser el piso y el buen plan que es. La decisión no es casualidad sino fruto
de la más pura de las estrategias elaborada durante años
porque ya que estamos, hay que vivir al máximo. Que dicen que la vida son dos
días, pero si conseguimos estirarlo a tres, las dos sabremos que hemos vencido.
La que es amiga
te pregunta por tu familia, no solo por el rollito del momento. Se
interesa por tu trabajo hasta el punto de investigar sobre la empresa
en la que echas nueve horas al día e informarse sobre qué se dedica. Hasta se lee
los artículos del periódico que hablan de ella.
Una amiga llega
a un punto en el que se acaba aprendiendo tu número de teléfono para poder
contactarte si se queda sin batería, porque eres vital e imprescindible.
También te comentará después de haber ido de compras un par de cosas que ha
visto que te gustarían porque se conoce tus gustos a la
perfección, por muy distintos que sean de los suyos.
Una amiga no es
la que te escribe a todas horas contándote su vida. No es necesario. Es la que
te manda un “necesito hablar contigo” y comentáis el problema en el susodicho
bar o simplemente os quejáis de la vida con un té (verde, porque sino nada
tiene sentido) o sucedáneo de por medio. Es la que con una mirada te
ha dicho todo y más.
Una amiga es la
que te dice las cosas que no te gustan oír, por muy difícil que sea a veces.
Que se preocupa por ti como lo haría una hermana, o incluso más, porque ya es
familia. Que sabe lo que te pasa cuando tú aún lo desconoces. Que te escribe
cuando os separáis porque lo divertido es comentar la quedada.
Que pese al tiempo, la distancia y alguna discusión puntual, sigáis queriendo
contaros todas vuestras novedades al más mínimo detalle. Que si una de las dos
deja de fumar, pues jode porque el cafecito y el marujeo no serán lo mismo pero
qué más da porque se disfruta igual.
La amistad
verdadera no es como el buen vino, que sólo se saborea en la mejor de las
ocasiones, sino que es como una botella normal y corriente, porque está ahí,
dispuesta a ser abierta y disfrutada a cualquier hora en cualquier
día.
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