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lunes, 20 de mayo de 2013

Querido Olvido…



La verdad es que el olvido cura muchas heridas de la vida. Es fácil entender que olvidar alivia la tristeza por la pérdida de un ser querido y también nos ayuda a recuperar el entusiasmo después de sufrir alguna calamidad.

El problema para quienes permanecen estancados en el ayer doloroso es que así siempre viven prisioneros de la pena, del miedo o del rencor, obsesionados con las desgracias o con los malvados que quebrantaron su vida, lo que les impide cerrar la herida.

La amargura, la culpa o el resentimiento los amarran al pesado lastre que supone mantener la identidad de víctima. Este es un papel que debilita y paraliza.

Distanciarnos de un ayer doloroso facilita el restablecimiento de la paz interior, nos anima a pasar página y abrirnos de nuevo al mundo. Además, olvidar nos permite perdonar y seguir adelante tras un episodio penoso de nuestra vida. Como dice Desmond Tutu, el obispo sudafricano premio Nobel de la Paz en 1984, “sin perdón no hay futuro”.

Olvidar, en definitiva, es un buen reconstituyente para mente y cuerpo, nos impulsa a hacer las paces y a liberarnos de un pasado penoso, y nos estimula a reponernos y a reconducir nuestro destino.

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